'Alegro ma non troppo'; Carlo M. Cipolla. Ed. Crítica.

"La Primera Ley Fundamental de la Estupidez humana afirma sin ambigüedad que: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo". Lo que uno nunca llega a saber es de que lado de la estupidez se encuentra.


sábado, agosto 25, 2007

Música para todos

La difusión de música a través de internet es un fenómeno imparable. Se oponga quien se oponga. El último fenómeno musical de la web es Deezer, una página que permite, de forma legal, compartir tus canciones en internet. Lo realmente interesante de este sitio es que actúa como un un reproductor musical virtual (un iTunes para los maqueros o un Winamp para los usuarios de PC). A través de un simple buscador se introduce la canción o el grupo que te apetece escuchar. Por ejemplo: Bob Dylan.



Los resultados muestran todas las canciones donde figura el término "Bob Dylan". En este ejemplo, son más de cien. A partir de ahora puede empezar a escuchar.
Sin embargo, las opciones de Deezer son muchas. En la descripción de cada canción se especifica el álbum al que pertenece.


Si se presiona en el título aparece el disco con su carátula y las canciones que hay en el servidor. De esta forma se puede escuchar el disco casi al completo. Además, a continuación de enseñan el resto de discos de Dylan y las canciones de ellos que comparten los usuarios.



Otra de los grandes avances de Deezer es que el usuario, previo un simple registro completamente gratuito, puede crear sus propias listas de reproducción. Con esta opción, el usuario puede tener en cualquier ordenador sus canciones favoritas.



Además, Deezer ofrece la posibilidad de colgar canciones de forma extremadamente fácil en las páginas y blogs personales y compartir tus canciones con el resto de usuarios. Este es, a grosso modo, las posibilidades de esta excelente página.
Un regalo para los lectores robado, evidentemente, de Deezer.

free music

viernes, agosto 17, 2007

Ópera animada

El próximo 30 de septiembre, el tenor Plácido Domingo intervendrá en un episodio de Los Simpson títulado Homer of Seville. En la trama de este capítulo que se emitirá en el canal estadounidense Fox, el cantante español recibe los consejos artísticos de un cantarín Homer.
El título está inspirado en El barbero de Sevilla, ópera compuesta por Gioacchino Rossini y estrenada en Roma el 20 de febrero de 1816.



Sin embargo, la familia Simpson no son los primeros dibujos animados que se han inspirado en esta obra musical. El magnífico Bugs Bunny ya lo hizo en el corto de Looney Tunes The rabbit of Seville.



Chuck Jones, uno de los maestros de la animación, fue responsable de gran parte de los mejores episodios de la clásica Looney Tunes. En su larga trayectoria, Jones obtuvo dos premios Oscar y realizó algunos de los mejores capítulos protagonizados por Bugs Bunny, el Pato Lucas y el Correcaminos, entre otros. En 1957, Jones dirigió What's Opera Doc?, corto protagonizado por Bugs Bunny e inspirado en las óperas de la saga de El anillo del nibelungo de Richard Wagner. Genial.

jueves, agosto 16, 2007

Clasicos cubanos

¡Estos cubanos son la bomba! Es indudable que la música está presente en el espíritu de Cuba. En 2006, los responsables de Buena Vista Social Club realizaron el excelente álbum Rhythms del mundo, en el que músicos de la isla reinterpretaban canciones de los modernos Kaiser Chiefs, Marron 5, Artic Monkeys... Y los isleños salían ganadores del encuentro por goleada. El caso de Clocks, de Coldplay, es abrumador.



Sin embargo, la osadía de los cubanos no tiene límite. Los hermanos Forster, germanos enamorados de los ritmos latinos que responden al nombre artístico de Klazz Brothers, crearon en 2002 Classic Meets Cuba, un disco en el que se beneficiaban de músicos cubanos para adaptar a ritmos de latin jazz melodías de Mozart, Beethoven, Chopin y Schubert, entre otros compositores clásicos. Mambozart es un excelente ejemplo.

martes, agosto 07, 2007

¿Por qué necesitamos amar?

Después del verano, Eduardo Punset publica El viaje al amor, un ensayo de divulgación científica sobre el amor. ¿De dónde surge la necesidad biológica de amar? De su anterior trabajo, El viaje a la felicidad el director y presentador de Redes (TVE) ha vendido más de 200.000 ejemplares, lo que lo convierte en una auténtico best seller. A continuación, transcribo la entrevista que le relicé sobre su nuevo libro para la revista Iberia Excelente. Un interesante y entrañable tipo.



EDUARDO PUNSET
"El amor es un instrumento para sobrevivir"

LA FELICIDAD DE LA CIENCIA. Economista, abogado, periodista, ministro durante la transición… Eduardo Punset es, ante todo, un hombre curioso. Un enamorado del conocimiento que sueña con contagiar esta pasión. Con el libro de divulgación científica El viaje a la felicidad ha vendido más de 200.000 ejemplares, una cifra al alcance de poquísimos escritores. El viaje al amor, su nuevo ensayo, es una visión biológica y científica para explicar por qué Cupido lanza sus flechas.

Texto: John Maynard Keynes

–Usted propone un acercamiento científico al amor. ¿No supone esta percepción un jarro de agua fría para los románticos?
–En absoluto. No hay mayor reconocimiento hacia el amor que el que se hace en el libro. Yo coloco al amor en el pedestal de primera manifestación del instinto de supervivencia. No puede haber una concepción del amor más trascendental. El amor tal y como lo conocemos hoy es un instinto de supervivencia, el primero que se manifestó hace 3.200 millones de años con la primera bacteria replicante. Lo que dice aquella bacteria y lo que pregunta el enamorado de hoy es lo mismo: “¿Hay alguien más ahí fuera? Solo no lo aguanto”.

–Cuando se enamora, el ser humano se cree único y excepcional. ¿Al reducir el amor a una reacción biológica, no pierde el hombre parte de su individualidad?
–Todos los humanos somos distintos, únicos e irrepetibles. Esto es así desde que se asienta el sistema de reproducción sexual en el que se juntan dos cromosomas para dar un tercero, que es único e irrepetible. Por eso, el amor va unido a la muerte. El fruto del amor es un ser único e irrepetible. No porque ame y quiera sobrevivir, sino porque no se puede repetir.

–¿Nuestra capacidad de amar viene determinada en nuestros genes?
–Este es un debate superado que duró 20 años. Los reduccionistas aseguraban que la genética era la que explicaba la conducta. Frente a ellos estaban los que le daban más importancia al entorno. Este enfrentamiento se zanjó hace poco gracias a un experimento realizado por una científica americana que buscaba el gen responsable de la depresión. Lo encontró y los reduccionistas aplaudieron. Sin embargo, el experimento continuó durante unos años más y llegaron a la conclusión de que en un entorno reposado, apacible, generoso… el gen podía no expresarse. Al final de este debate, lo que ha quedado es que los genes determinan el potencial; y el entorno, la expresión de este potencial.

–¿Hasta qué punto influye el inconsciente en el amor?
–Desde Freud, la importancia del inconsciente está aceptada por la comunidad científica. En casi todo lo demás, Freud se equivocó. Casi todas las decisiones que tomamos son fruto de mecanismos del inconsciente. Es imposible tomar una decisión en la que no esté imbricado el mecanismo emocional. En este sentido, el estudio de la relación entre padres e hijos y la medida de la capacidad de amar tiene mucho que ver con el inconsciente. El descubrimiento que ha dado pie a corregir una gran parte de los errores en las relaciones entre padres e hijos tiene que ver con un descubrimiento científico en virtud del cual, el desamparo que sufre un bebé cuando se le abandona en la cuna berreando es idéntico al desamparo que vive un adulto cuando sufre el desamor. Se ponen en marcha los mismos circuitos y ambos sienten la misma indefensión.

–¿Todas las personas tienen la capacidad de amar?
–Para amar hay que saber ponerse en el lugar del otro. Por lo tanto, de principio, hay que eliminar a los psicópatas. Luego hay colectivos de gente que son capaces de amar sin deseo. La literatura está llena de ejemplos de este tipo, como Werther de Goethe. Otros pueden desear constantemente sin amar. Y, por último, existen los que juntan amor y deseo. Hay indicios de que la capacidad de amar puede estar más vinculada a los que son capaces de amar y desear al mismo tiempo.

–Usted afirma en El viaje al amor que vivimos en el pasado. Explíquese, por favor.
–Es una aportación reciente de los neurólogos. El cerebro, enfrentado a un estímulo exterior, hurga en la memoria para contrastar si existe algo parecido. Si no lo encuentra, la primera sensación de placer y sosiego que le produce el estímulo puede transformarse en enamoramiento, porque en su archivo no hay nada parecido. Pero hay más: estamos en el pasado porque vemos el universo a toro pasado y de forma incompleta. Mi sistema visual funciona de tal manera que solo veo bien una parte, por los bordes ya esta difuso. Pero es que tenemos que interpretar unos mensajes codificados que me envían los sentidos de forma incorrecta. Unos con otitis, otros con conjuntivitis o con un olfato que no funciona.

–¿Hacia donde se dirigirá la divulgación científica en los próximos años?
–El XXI será el siglo de la ciencia de la mente. De la misma manera que la segunda mitad del XX lo fue de la genética y el DNA. Lo será por dos motivos: uno, podemos estudiar el cerebro neurona a neurona; y dos, la revolución tecnológica permiten medir procesos mentales que antes escapaban a nuestra observación. Ahora podemos ver que el hicopampo, el órgano central de la memoria en el cerebro, disminuye cuando nos estresamos.

–Una de las conclusiones a las que se llega tras leer El viaje a la felicidad es que creencias populares como “un clavo quita otro clavo” tienen una explicación científica.
–La ciencia corrobora convicciones populares que vienen de lejos. Por ejemplo, cuando la abuelita le dice a la nieta que no se vaya con el primero que pasa, le está diciendo lo que los antropólogos y neurólogos constatan: en la inversión parental la mujer se juega muchísimo y el hombre menos. Óvulos hay muy pocos, pero espermatozoides se fabrican 3.000 por segundo. En cambio, a veces, la sabiduría popular se equivoca. El ejemplo es el de las caderas. Uno de los factores que tradicionalmente han atraído más a los hombres es el tamaño de las caderas, porque garantizaba la fertilidad. No es verdad. Sin embargo, la gente ha creído eso durante cientos de años.

–El programa científico Redes, del que usted es director y presentador, lleva 11 años en antena. Ahora, traslada los mismos contenidos a los libros. ¿Cómo ha sido este paso?
–En televisión sugerí que podías conciliar divulgación y entretenimiento sin depredar la cuota de pantalla de la cadena. Esta sugerencia la estoy trasladando a la literatura. No hay ninguna razón, a priori, por la que una novela se tenga que vender más que un ensayo científico. Hace 10 años, yo decía que la ciencia estaba penetrando en la cultura popular. Estaba mintiendo sin saberlo, ahora empieza a ser verdad. La gente busca respuestas en la ciencia que no le da el dogma. Y, a su vez, la ciencia se ha dado cuenta de que tiene respuestas que afectan a la vida cotidiana de la gente. Para mi generación, la física era la bomba atómica y la química los gases tóxicos de la primera Guerra Mundial. Es un concepto completamente distinto al de ser feliz o salir del estrés.

–¿Tienen los lectores españoles los conocimientos necesarios para apreciar la divulgación científica?
–Sucede lo mismo que en otros campos. Frente a un cambio técnico o biológico, los cambios culturales y políticos son mucho más lentos. Hay una falta de adecuación de las instituciones a la nueva situación. Ejemplo: la universalización de la educación. Es algo absolutamente necesario. Como economista afirmo que la universalización de la educación, como de cualquier otro producto, entraña la inmediata baja del precio y del reconocimiento.

–¿Cumple la educación su labor en este ámbito?
–No es concebible que un adolescente no sepa diferenciar entre la ansiedad, que es necesaria para estar alerta frente a un examen o un viaje, y el miedo, que interrumpe su crecimiento. El sistema educativo debe tratar esto. Hay que educar en la gestión de las emociones.

–Abogado, economista… ¿cómo llegó Eduardo Punset a la ciencia?
–Hace 20 años, los empresarios estaban muy preocupados por el impacto que iba a tener la revolución tecnológica en la gestión de las empresas. Una multinacional francesa me pidió que, durante cinco años, desarrollara en Madrid una cátedra llamada Innovación y Tecnología para estudiar este tema. Descubrí entonces que los mayores expertos en el tema no eran precisamente economistas, sino ingenieros, físicos… Al entrar en su mundo me di cuenta de que era apasionante. Era evidente que el esfuerzo investigador de la comunidad científica iba a tener un impacto insospechado en la vida cotidiana de la gente.